Tiene miedo, y es normal, tropezar dos veces con la misma piedra hace que le cojas un pánico terrible a esa piedra. Pero aún tiene más miedo de perderlo todo, porque tiene la sensación de estar sola en todo momento del día, incluso en el metro a hora punta.
Su vida estaba sentada sobre un taburete de tres patas, dos de ellas ahora más cortas de lo normal y la tercera, a la tercera se la está llevando la soledad. Porque le cuenta sus problemas a la gente, y la gente le da consejos y le demuestran que les importa, pero a ella no le sirve. Ella conoce sus problemas, sabe lo que hay que hacer, pero por mucho que lo hace... la cosa no mejora.
Tiene la esperanza de que el tiempo lo cure todo, cure las heridas, los malentendidos, y se lleve los miedos; pero también sabe por experiencia que el paso del tiempo sólo funciona si algo se ha aceptado y entendido completamente, sino todo vuelve, un día u otro, con más fuerza.
Necesita que la escuches, que la sigas tratando como la tratabas antes. Necesita que la vuelvas a hacer sonreír y que le lleves la contraria de vez en cuando, sólo de vez en cuando. Le hace falta esa chispa que hacía que se encendiera la luz en su cara. También necesita verte, porque hace mucho que no te ve, y escucharte no le sirve, porque sabe que algún día te irás y no puede soportar imaginarse que lo harás sin que te haya dicho lo mucho que te quiere. Y sobretodo le hace falta recuperarte, no le vale tenerte a medias, eras una de esas patas que la sostenía y ahora te ve y te nota ausente, débil, sin fuerzas para protegerla.
¿Y yo? Yo sólo quiero que ella vuelva a ser como antes, porque la echo de menos y no podré soportar mucho más verla así. Es demasiado duro verla y recordar que ella, toda ella, era una risa permanente, una cascada de autenticidad y vitalidad. Y ahora sólo quedan las rocas, aquellas que hacen piedrecitas con las que cada día se va tropezando, y que hacen que se vaya secando con ese Sol que se ha tragado su luz.
Una pequeña mentirosa
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