jueves, 7 de marzo de 2013

Por un día de Sol

Hoy ha salido a la calle y la luz del día, esa luz que hacía tiempo que no asomaba por el cielo, la ha llenado de buen humor. El Sol la recarga, la reconforta, le da fuerzas para empezar y terminar el día. Pero la atención de la estrella solar no es la única que quiere ni la única que necesita. 

No es capaz de describir lo que siente, sabe que le falta algo pero no conoce el qué. Puede que sea orden, eso es, puede que su vida en estos momentos carezca de la organización y el sentido que tenía hasta hace poco. Iba todo tan bien antes... No entiende porqué ha tenido que cambiar. Está bien, está bien. Cierto es que un camino monótono no sería interesante, ¡pero su camino era intenso y vivaz! ¿En qué momento tomó otra dirección? ¿Cuándo giró a izquierda o derecha en lugar de seguir recto? No recuerda dicha bifurcación en el camino de su existencia. 

Y ha sido hoy, después de meses de sospechas y suposiciones, cuando se ha dado cuenta de que algo no va bien. Pero tampoco sabe qué es lo que debería hacer para que fuese bien. No encuentra una alternativa razonable para cambiar lo que tiene ahora, pero tampoco la encuentra para tener que quedarse con ello. Está en el limbo del sendero, un lugar del que no sabe cuándo podrá salir o, al menos, hallar la forma para hacerlo. 

Es posible que, parte del problema sea que se basa demasiado en cómo se sienten los demás para saber la forma en que se tiene que sentir ella misma. No es cuestión de cómo se sientan ellos, sino de lo que tú sientas independientemente de lo que le pase a la gente que te rodea. Pero siempre le ha importado más de lo que debería el qué harán, qué dirán y qué pensarán... Podríamos decir que es su talón de Aquiles. Relajarse... eso es lo que necesita; pero no unas vacaciones, sino sentir que haga lo que haga estará bien, que no tiene prisa pero tampoco debe dormirse en los laureles, vivir como ella quiera y no como otras personas esperan que lo haga. 

Aún así, tampoco lo está haciendo del todo mal. A veces las experiencias ajenas hacen que uno mismo se de cuenta de lo que quiere en realidad. La envidia nunca es mala, mientras no se desee mal a nadie. Pero para poder unificar con armonía: necesidad, (auto)estima y satisfacción, harán falta muchas caídas y aprender a apartar más de una piedra del camino.

Una pequeña mentirosa