martes, 9 de junio de 2015

Sal

Lleva unos días con una inquietud dentro que no acaba de entender, como tantas otras cosas en esta vida. Pero hoy… hoy sí que no podía entenderlo.
Les voy a explicar lo que se ha dedicado a hacer esta mañana hasta que algo la ha atrapado por completo, haciendo que se decida a escribirme.

Ayer fue un día duro, así que después de ver - y por fin del tirón- la película de La Bella y la Bestia en VHS, la atrapó el sueño. Así que esta mañana se ha levantado temprano y ha mirado por la ventana como de costumbre: “joder, vaya mierda de día” - sí, ella es muy refinada-. Los días nublados no la ponen de mal humor pero tampoco se lo mejoran, la dejan apática, sin vida, sin ganas. 

Ha decidido que un buen desayuno podría arreglarle el día, así que mientras se hacía el café, ha cortado unas cerezas en el fondo de un vaso, les ha añadido unas galletas picadas y lo ha terminado con un cremoso yogur natural. Riquísimo. Bueno, la verdad es que la cosa no iba tan mal… Estaba descansada, tenía toda la mañana para no hacer absolutamente nada -recoger la habitación cuenta como “absolutamente nada”- y la brisilla fresca que entraba por la ventana a medio abrir se agradecía. 

Una vez desayunada, siempre se encarga de ponerse al día. La mayoría de gente de su edad suele ser de vida nocturna pero ella siempre ha sido rara, así que ocupa un ratito de su mañana para ver lo que estos animales de la noche se han dedicado a hacer, y normalmente no es nada altamente interesante. Un momento, no puede ser…

Tiene miedo porque no sabe lo que le está pasando. No sabe si es su imaginación o es real, a veces la mente puede jugar muy malas pasadas. Pero es que lo ve tan evidente que se está volviendo loca. Además, no es la primera vez que le pasa últimamente, puede que se esté volviendo demasiado predecible, o peor aún, demasiado común.
Pero tiene miedo, de volverse a hacer autoexpectativas, de sentir cosas que realmente no siente por el hecho de tenerlas que vivir sola. Porque, escúchenme, hay muchos tipos de sentimientos y muchas formas de clasificarlos, pero supongamos que existen los “sentimientos propios” y los “sentimientos compartidos” - porque los “ajenos” son sentimientos propios de otra persona, ergo ya clasificados-, no intenten meter unos en la caja de los otros, saldrá mal. No sé si lo habrán acabado de entender, a mí la verdad es que me ha sido un poco difícil y más a estas horas, así que me ha puesto un ejemplo según ella “for dummies” que puede que les sirva a ustedes también.
"Imagínate que hablas con tu mejor amigo de irte de vacaciones en verano, a los dos os parece estupendo y estáis súper emocionados con la idea, y tomáis la decisión de acabarlo de planear cuando acabéis las clases. Hasta aquí perfecto, existe un “sentimiento compartido de irse de vacaciones”. Pero hasta entonces, tú te dedicas a organizar el viaje, buscar sitios, mirar vuelos, y todo lo que se hace cuando se organizan unas vacaciones. Lo haces bajo tus gustos, aunque puedas saber más o menos sobre los de tu amigo, y entonces es cuando sin querer ese “sentimiento compartido” se convierte en “mi sentimiento de irme de vacaciones”. Cuando vuelves a ver a tu amigo y se lo explicas todo, él ve que lo que le estás contando ya no es “vuestro” sino sólo “tuyo”, así que ya no le interesa."
Y esa última parte es la que le da más miedo de todas. 

No sabe qué hacer, pues no puede dejar de pensar porque es algo que hace continuamente, incluso cuando no quiere hacerlo. Si lo confiesa la tratarán de loca, pero si no lo hace se volverá loca de verdad; loca de todas formas. 
Así que ha buscado un punto medio, confesándose conmigo:
“Sal de mi cabeza.”

Una pequeña mentirosa

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